viernes, 1 de noviembre de 2013

Lloviendo, o no...

Hay días de lluvia que se vuelven tristes, y días tristes porque todo cae, aunque no llueva. Y cuando todo cayó, cuando ya nada cabía, ella hizo hueco en sus cajones, como si fuera una cuestión de espacio.  Y siguió tratando de encontrar esa verdad, más allá de los cristales y de las avenidas pisoteadas. Y creyó un segundo más. Y otro más. Y otro más. Sabiendo que era lo único que podía hacer, sabiendo que ese era el lugar al que su alma le empujaba más allá de la razón. Porque la vida no es lógica, es mágica.

Y desde fuera todo parecían cajones vacíos, gotas de lluvia intermitentes y saladas, pero ella pudo ver por debajo y a través de todo eso, y no le importó el chaparrón. Podía mojarse. Podía vaciarse. Podía bailar de ilusión, reír de ternura y saltar a una piscina aparentemente vacía. Jamás tuvo miedo de estrellarse, de tener que dibujarse la sonrisa de nuevo y hasta reconstruir su interior si se rompía en pedacitos pequeños y pequeños contra el suelo. Tenía sentido seguir creyendo. Un sentido tan inmenso que le sobrecogía por dentro en cada respiración, en cada latido. Y siguió bailando, incluso cuando nada cabía. Y sí, también se paró a llorar cuando todo cayó, aunque no llovía.


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